LA REVOLUCIÓN DE MAYO



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En 1810, cuando los ejércitos de Napoleón ocuparon la península Ibérica, el equilibrio de las fuerzas sociales en Buenos Aires había cambiado. La administración había perdido terrero durante las invasiones británicas y el ambiguo dominio de Liniers. La iglesia había sido reducida mediante el regalismo. La clase acomodada española había sido derrotada en el abortado golpe de enero de 1809. Esto dejó el camino libre a los dos grupos criollos, el de los militares y el de los intelectuales, que poseían las armas y las ideas para tomar la iniciativa.

El 13 de mayo de 1810 un navío inglés llevó a Montevideo noticias de que los ejércitos franceses habían ocupado Andalucía y entrado en Sevilla. La junta central, huida hacia Cádiz y dispersada, dispuso que ocupara su lugar un consejo de regencia.

Ésta era la oportunidad esperada por los revolucionarios. Ya estaba dispuesto un movimiento clandestino criollo, y sus planes estaban preparados. Belgrano, Castelli y Nicolás Rodriguez Peña eran sus dirigentes. Habían ganado para su causa a los oficiales superiores de la milicia. Así la revolución fue iniciada, el 18-19 de mayo por la acción militar.


Cornelio Saavedra, jefe de los patricios



Cornelio Saavedra, jefe de los patricios, y sus colegas de la milicia presionaron sobre el cabildo y sobre el virrey para que convocaran una reunión. Un cabildo abierto. Saavedra, que estaba decidido a destruir la autoridad del virrey, puso fin a la oposición de éste poniéndolo bajo arresto domiciliario.

Al mismo tiempo, para impresionar al cabildo, una banda armada alrededor de seiscientos jóvenes fueron movilizados bajo el mando de dos radicales criollos, French y Beruti. Estos eran la punta de lanza de la revolución. Controlaban las calles y constituían en realidad el pueblo. El 21 de mayo se convocó un congreso general y el 22 se celebró. La intención de sus autores era simple: deponer al virrey y nombrar un nuevo gobierno.



Juan José Castelli


Un cabildo abierto era un instrumento tradicional que reunía solo a la elite urbana.
Al congreso fueron invitadas 450 personas; de ellas 251 aceptaron y asistieron. Era una asamblea selecta y dividida. Fué Castelli, el duro e impaciente abogado criollo, quien dirigió la oposición radical con un elocuente discurso y una poderosa tesis. El gobierno de España, ahora se había extinguido; en cuanto a la antigua junta central, era ilegal en su origen y sin ningún poder para transferir la autoridad a una regencia. La ausencia de un gobierno legítimo provocó la "reversión de los derechos de la soberanía al pueblo de Buenos Aires", que ahora podía instalar un nuevo gobierno. La doctrina de la reversión se la soberanía no era nueva, para una colonia sin embargo, era una doctrina revolucionaria. Si el gobierno imperial se había extinguido, el imperio gozaba de una independencia de facto.



Cabildo Abierto



Los revolucionarios dominaban ahora la asamblea, al igual que la plaza. Y empezaron a presionar con sus opiniones. Castelli propuso una moción de total dependencia y, aunque no fue aceptada, la mayoría criolla insistió en una votación pública, no secreta, sobre la posición del virrey. La votación arrojó una decisiva mayoría en favor del cambio.
El pequeño grupo de funcionarios superiores votó unánimemente por el virrey.

El clero no fue tan seguro: el obispo y seis religiosos votaron por el virrey, pero dieciséis sacerdotes votaron por el nuevo gobierno. La mayor parte de los grandes comerciantes defendieron al virrey, aunque muchos pedían un cambio. El sector militar era homogéneo.
De los sesenta solo diez defendieron al virrey, todos peninsulares. Los intelectuales eran casi todos revolucionarios. Los españoles y los americanos mantenían diferentes ideas, nacidas del sentido de superioridad en los primeros y del resentimiento en los segundos.
El debate concluyó y se aplazó hasta la tarde siguiente.

Entretanto se resolvió que el virrey debería abandonar su cargo y que la autoridad resida temporalmente en el cabildo. Sin embargo el cabildo el 24 de mayo nombro una junta de cuatro personas que incluía a Castelli y a Saavedra pero mantenía al depuesto virrey como presidente. A la última hora de la tarde el regimiento de Patricios, fue a las casas de los diferentes funcionarios y declaro que si no se alteraba la junta que se había formado, les enseñarían lo que era derramar sangre.

LA AMENAZA ERA EXPLÍCITA

Saavedra aconsejó a Cisneros que se fuera. Los revolucionaron presentaron una petición con 409 firmas, pidiendo el establecimiento de una junta. El 25 de mayo el cabildo aceptó y fue proclamada la junta patriótica.

Saavedra era el presidente. Belgrano y Castelli eran miembros y Moreno uno de los dos Secretarios.
En esta segunda junta la administración y los conservadores españoles quedaron eliminados y el poder en realidad era compartido por los militares y los intelectuales. Era una revolución criolla, realizada por una elite que hablaba en nombre del pueblo sin consultarle.

¿Dónde está el pueblo?
Lo más cercano al elemento popular eran los escasos centenares de activistas que dirigían French y Beruti. Como la mayoría de las revoluciones, fue iniciada por una minoría que pretendía movilizar y manipular a una minoría. El problema de los líderes revolucionarios era movilizar a las masas como aliadas contra los oponentes políticos y contra España sin compartir el poder con ellas.

La máscara de Fernando fue quitada rápidamente cuando, después de la derrota de Napoleón, aquél volvió al poder, de hecho al despotismo, en España. Entonces los revolucionarios criollos admitieron que no lo querían.
Moreno no tenia inhibiciones. Como secretario de la junta declaró que sus objetivos eran destruir la opresora administración, para promover una actividad gubernamental nueva y sin precedentes. Ésta era una revolución dirigida contra la administración. Los funcionarios españoles fueron destituidos, y el virrey y los jueces embarcados para las islas Canarias.
Esta política se extendió a todos los españoles conocidos o sospechosos de ser hostiles a la junta. Detenidos, expulsados y en algunos casos ejecutados.

En Córdoba hubo resistencia. El antiguo virrey, Santiago Liniers, junto con el intendente y el obispo, prepararon una contrarrevolución, y establecieron contacto con las autoridades españolas del Alto Perú.




La junta actuó con dureza: una fuerza expedicionaria aplastó la resistencia, capturó a sus líderes y ejecutó a Liniers y al intendente. Esto fue en agosto de 1810. Y en 1812 el nuevo gobierno suprimió la última y más formidable conspiración contra el poder criollo; su líder, el incontenible Martín de Alzaga, y otras cuarenta personas fueron ejecutadas en Buenos Aires.

La Revolución de Mayo fue la rebelión de una colonia, dirigida por revolucionarios violentos y radicales, cuya lealtad hacia el rey cautivo no podía ser tomada en serio.


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