FERDINAND DE SAUSSURE

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Ferdinand De Saussure


Curso de Lingüística General
Naturaleza del signo lingüístico
1. SIGNO, SIGNIFICADO, SIGNIFICANTE

La unidad lingüística es una cosa doble, hecha con la unión de dos términos.
Los términos implicados en el signo lingüístico son ambos psíquicos y están unidos en nuestro cerebro por un vínculo de asociación.




Lo que el signo lingüístico une no es una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen acústica. La imagen acústica no es el sonido material, sino su huella psíquica, la representación que de él nos da el testimonio de nuestro sentidos; esa imagen es sensorial.

La imagen acústica es, por excelencia, la representación natural de la palabra.

El signo lingüístico es, una entidad psíquica de dos caras, que puede representarse por la siguiente figura:











Estos dos elementos están íntimamente unidos y se reclaman recíprocamente.
Esta definición plantea una importante cuestión de terminología.
Llamamos signo a la combinación del concepto y de la imagen acústica: pero en el uso corriente este término designa generalmente la imagen acústica sola, por ejemplo una palabra (arbor, etc). Proponemos conservar la palabra signo para designar el conjunto, y reemplazar concepto e imagen acústica respectivamente con significado y significante
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PRIMER PRINCIPIO: LO ARBITRARIO DEL SIGNO


El lazo que une el significante al significado es arbitrario; o bien, puesto que entendemos por signo el total resultante de la asociación de un significante con un significado.
El signo lingüístico es arbitrario. Así, la idea de sur no está ligada por relación alguna con la secuencia de sonidos s-u-r , podría estar representada por cualquier otra secuencia de sonidos.

Todo medio de expresión recibido de una sociedad se apoya en principio en un hábito colectivo o, en la convención.


El símbolo tiene por carácter no ser nunca completamente arbitrario; no está vacío: hay un vínculo entre el significante y el significado. El símbolo de la justicia, la balanza, no podría reemplazarse por otro objeto cualquiera.




Lo arbitrario del signo es inmotivado, arbitrario con relación al significado, con el cual no guarda en la realidad ningún lazo natural.


EL SEGUNDO PRINCIPIO: CARÁCTER LINEAL DEL SIGNIFICANTE

El significante, por ser de naturaleza auditiva, se desenvuelve en el tiempo, por lo tanto representa una extensión y esa extensión es mensurable en una sola dimensión, es una línea. Los significantes acústicos no disponen más que de la línea del tiempo; sus elementos se presentan uno tras otro; forman una cadena. Este carácter se destaca cuando los representamos por medios de la escritura, en donde la sucesión en el tiempo es sustituida por la línea de los signos gráficos.


INMUTABILIDAD Y MUTABILIDAD DEL SIGNO

INMUTABILIDAD

Si, con relación a la idea que representa, aparece el significante como elegido libremente, en cambio, con relación a la continuidad lingüística que lo emplea, no es libre, es impuesto.

A la masa social no se le consulta, ni el significante elegido por la lengua podría tampoco ser reemplazado por otro. Se dice que la lengua elige, "sera ese signo y no otro alguno".

No solamente es verdad que, de proponérselo, un individuo sería incapaz de modificar la elección ya hecha, sino que la masa misma no puede ejercer su soberanía sobre una sola palabra; la masa está atada a la lengua tal cual es.


De hecho, ninguna sociedad conoce ni jamás ha conocido la lengua de otro modo que como un producto heredado y que hay que tomar tal cual es.


Un estado de lengua dado siempre es el producto de factores históricos, y esos factores son los que explican por qué el signo es inmutable, es decir, por qué resiste toda sustitución arbitraria.
Los sujetos son, en gran medida, inconscientes de las leyes de la lengua, y si no se dan cuenta de ellas ¿cómo van a poder modificarlas? Y aunque fueran conscientes, tendríamos que recordar que los hechos lingüísticos apenas provocan la crítica, en el sentido de que cada pueblo está generalmente satisfecho de la lengua que ha recibido.

Consideraciones esenciales

El carácter arbitrario del signo. - Lo arbitrario mismo del signo pone a la lengua al abrigo de toda tentativa que pueda modificarla. La masa, aunque fuera más consciente de lo que es, no podría discutirla. Pues para que una cosa entre en cuestión es necesario que se base en una norma razonable.

El carácter demasiado complejo del sistema. -Una lengua constituye un sistema, un mecanismo complejo y no se le puede comprender más que por la reflexión; hasta los que hacen de él un uso cotidiano lo ignoran profundamente.

La resistencia de la inercia colectiva a toda innovación lingüística. - La lengua es en cada instante tarea de todo el mundo; extendida por una masa y manejada por ella, la lengua es una cosa de que todos los individuos se sirven a lo largo del día entero. En este punto no se puede establecer ninguna comparación. Este hecho capital basta para mostrar la imposibilidad de una revolución. Decimos hombre y perro porque antes que nosotros se ha dicho hombre y perro.

MUTABILIDAD

El tiempo, que asegura la continuidad de la lengua, tiene otro efecto, en apariencia contradictorio con el primero: el de alterar más o menos rápidamente los signos lingüísticos, de modo que, en cierto sentido, se puede hablar a la vez de la inmutabilidad y de la mutabilidad del signo.

Por eso el principio de alteración se funda en el principio de continuidad.
Sean cuales fueran los factores de alteración, ya obren aisladamente o combinados, siempre conducen a un desplazamiento de la relación entre el significado y el significante.

F. de Saussure quiso solamente subrayar esta verdad: que la lengua se transforma sin que los sujetos hablantes puedan transformarla. Se puede decir también que la lengua es intangible, pero no inalterable.

Con el
desplazamiento de la relación entre el significado y el significante, se intenta decir que han surgido otras correspondencias entre la materia fónica y la idea.

La lengua, por el contrario, no está limitada por nada en la elección de sus medios, pues no se adivina qué sería lo que impidiera asociar una idea cualquiera con una secuencia cualquiera se sonidos. Tan cierto es esto que hasta se tiene que cumplir este principio en las lenguas artificiales. El hombre que construya una de estas lenguas artificiales la tiene a su merced mientras no se ponga en circulación; pero desde el momento en que la tal lengua se ponga a cumplir su misión y se convierta es cosa de todo el mundo, su gobierno se le escapará.

La lengua es para nosotros el lenguaje menos el habla. La lengua es el conjunto de los hábitos lingüísticos que permiten a un sujeto comprender y hacerse comprender. No existe la lengua fuera del hecho social, porque es un fenómeno semiológico. Su naturaleza social es uno de sus caracteres internos. Es la acción del tiempo que se combina con la de la fuerza social.





Ya ahora la lengua no es libre, porque el tiempo permitirá a las fuerzas sociales que actúan en ella desarrollar sus efectos, y se llega al principio de continuidad que anula la libertad.



EL VALOR LINGÜÍSTICO CONSIDERADO EN SU ASPECTO CONCEPTUAL

Puesto que la lengua es un sistema donde todos los términos son solidarios y donde el valor de cada uno no resulta más que de la presencia simultánea de los otros.

Los valores están siempre constituidos por una cosa susceptible de ser trocada por otra, y por cosas similares que se pueden comparar con aquella cuyo valor esta por ver.


Del mismo modo una palabra puede trocarse por algo desemejante: una idea; además, puede compararse con otra cosa de la misma naturaleza: otra palabra.


Su valor, no estará fijado mientras nos limitemos a consignar que se puede "trocar" por tal o cual concepto, es decir, que tiene tal o cual significación; hace falta además compararla con los valores similares, con las otras palabras que se le pueden oponer.


Como la palabra forma parte de un sistema, está revestida, no sólo de una significación, sino también de un valor. Dentro de una misma lengua, todas las palabras que expresan ideas vecinas se imitan recíprocamente: sinónimos como recelar, temer, tener miedo, no tienen valor propio más que por su oposición; si recelar no existiera, todo su contenido iría a sus concurrentes. Al revés, hay términos que se enriquecen por contacto con otros.


Así el valor de todo término está determinado por lo que lo rodea; ni siquiera de la palabra que significa sol puede fijar inmediatamente el valor si no se considera lo que la rodea.
El concepto de valor está referido a la propiedad que tiene la palabra de representar una idea. La palabra es un elemento de significación.

Una palabra vale por su misma, por lo que es, por lo que no es y por lo que puede llegar a ser en relación con otras palabras en sí. El valor lingüístico se determina dentro de la lengua, que es un sistema en donde todos los términos son solidarios, y donde el valor de cada uno no resulta más que de la presencia simultánea.

En el discurso, las palabras se contraen entre sí, en virtud de su encadenamiento, relaciones fundadas en el carácter lineal de la lengua, que excluye la posibilidad de pronunciar dos elementos a la vez. Los elementos se alinean uno tras otro en la cadena del habla.


Estas combinaciones que se apoyan en la extensión se pueden llamar sintagmas.

El sintagma se compone siempre de dos o más unidades consecutivas (por ejemplo: re-leer, contra todos, la vida humana, etc.). En un sintagma, un término sólo adquiere su valor porque se opone al que le precede o al que le sigue a ambos. Por otra parte, fuera del discurso, las palabras que ofrecen algo de común se asocian en la memoria, y así se forman grupos en el seno de los cuales reinan relaciones muy diversas. Forman parte de ese tesoro interior que constituye la lengua de cada individuo. Las llamaremos relaciones asociativas.




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