Rivadavia y la nueva economía

La anarquía de 1820 tuvo un efecto catártico en Buenos Aires: purgó el pasado y obligó a los hombres a pensar en el futuro. Después de diez años de violencia, Buenos Aires pudo concentrarse en sí misma y crear en su propia provincia una sociedad viable.

Con una semejanza de paz, sus líderes podían dedicarse a los problemas económicos, al desarrollo de la agricultura y de la industria, y a la promoción de la educación y de los conocimientos útiles.





Rivadavia poseía el más original espíritu político de su generación.
Estaba fuertemente influido por Jeremy Bentham, padre del utilitarismo, a quien había tratado en Londres y cuyas obras empezó a traducir. La influencia de Bentham se puede ver en los política de Rivadavia, especialmente en su programa legislativo, su determinación de desterrar los abusos sociales, asegurar los derechos civiles y la libertad, promover las obras públicas y el bienestar.


La preocupación de Rivadavia por el progreso humano, y su creencia de que éste podría ser promovido mediante la legislación, refleja las enseñanzas de su maestro.

Rivadavia era un liberal impaciente e inrolerante. Había esperado casi diez años la oportunidad de llevar a cabo su misión política. Y sus opiniones eran las mismas ahora que cuando las había formulado por primera vez en el triunvirato.
La independencia, señalaba, no puede en sí asegurar la libertad.


La Universidad de Buenos Aires había sido proyectada desde 1816, pero empezó realmente a existir con Rivadavia. Era uno de los primeros deberes de su gobierno, ocuparse de la educación pública.

Rivadavia se ocupó también del problema de la Iglesia, su mente estaba formado esencialmente por valores seculares y humanistas. La principal medida fue la Ley de Reforma del Clero, en 1822, ésta suprimió el fuero y el diezmo; suprimió algunas órdenes religiosas y confiscó propiedades, también redujo el número de miembros. Uno de los centros de resistencia fue el conservador cabildo de Buenos Aires, por estas razones y otras, el cabildo fue abolido.

El interés básico de Rivadavia era el desarrollo económico.
Su plan de modernización comprendia el desarrollo de la industria, la agricultura y transportes, la federalización de Buenos aires y de sus aduanas, la promoción de la inmigración y de la distribución de la tierra.

Los principios que formaban estas reformas eran los de las ecnonomía liberal.
Pero la administración de Rivadavia tuvo que cubrir sus objetivos utilizando métodos no liberales, aumentar la autoridad, para consolidar sus reformas contra la resistencia popular. Apeló a las clases altas, para las bajas tenía poco que ofrecer excepto trabajo duro, los vagabundos eran considerados como una clase improductiva. Se les ordenó alistarse en el ejército o trabajar en obras públicas. Estas medidas eran difíciles de llevar a cabo.

El plan económico de Rivadavia restableció la fe británica en Argentina.
Los empresarios británicos acudieron presurosas al Río de la Plata para dirigir el desarrollo económico del nuevo estado, que ahora parecía entrar en una segunda revolución.

El caso Baring
En enero de 1824 John Parish Robertson, asociado con un comerciante argentino llamado Felix Castro, hizo un contrato con el gobierno de Rodriguez para negociar un emprésito de 1 millón de libras en Europa. Lo hicieorn por meido de la casa Baring; el gobierno de Buenos Aires recibiría no más de 700.000 libras. Rivadavia creía que esta emprésito podía ser utilizado para financiar un mayor desarrollo económico; pero la guerra y la recesión obligaron a Buenos aires a suspender los pagos. En 1824 alrededor de tres mil residentes británicos habitaban en Buenos Aires, la mayor parte de las mejores propiedades estaban en manos británicas.

La ley de enfiteusis

Como garantía del empréstito Rivadavia hipotecó todas las tierras y demás bienes inmuebles de propiedad pública, prohibiendo su enajenación en toda la Nación. No siendo posible enajenar las tierras por la existencia de esta hipoteca, les aplicó el régimen de enfiteusis, mediante el cual se arrendaban contra el pago de un canon.

El 16 de marzo de 1826, siendo ya presidente, ratificó mediante un decreto la prohibición de vender, donar o entregar de cualquier otra forma las tierras fiscales. Posteriormente, el 18 de mayo, la Ley Nacional de Enfiteusis volvió a ratificar la prohibición de enajenar tierras de propiedad pública y fijó el lapso de concesión en "cuando menos" 20 años desde el 1 de enero de 1827. Pero de hecho la ley sólo se aplicó en territorio porteño y en Corrientes, habiéndola reconocido ésta última recién en 1830.

La ley no establecía límites para la concesión, ni exigía la producción agrícola-ganadera de las tierras, ni requería que se poblasen. Además, se permitía el subarriendo y la transmisión de derechos, cosa que resultó en todo tipo de especulaciones.

Finalmente la tierra fue concedida a ricos terratenientes que se las arreglaban en este aspecto para burlar el pago del canon, careciendo el gobierno de la fortaleza necesaria para obligarlos. Según Jacinto Odonne, en su libro La burguesía terrateniente argentina, entre 1822 y 1830 se otorgaron 8.600.000 hectáreas a 538 propietarios, habiendo pagado finalmente éstos sólo 5.008 pesos en concepto de canon.

El empréstito solo se pagaría por completo ochenta años más tarde.



Juan Greforio de las Heras


En abril de 1824 Juan Greforio de las Heras sucedió a Rodriguez como gobernador; y Rivadavia dimitió y partió a Londres.

El gran plan de Rivadavia, el primer experimento económico de la independencia, terminó en un fracaso. Las dificultades empezaban con el propio régimen, tan lleno de ideas, brillante pero artificial. Intentó hacer demasiado, demasiado pronto. Muchas de sus ideas estaban alejadas de la realidad argentina y parecían ignorar las verdaderas dimensiones del país.
Su tragedia fue que intentó alcanzar sus ideales demasiado pronto; se adelantó cincuenta años a su tiempo.


El congreso de 1824, se definió en favor de un estado llamado Provincias Unidas del Río de la Plata, y en 1826, Rivadavia fue nombrado presidente con una constitución unitaria.

A pesar de su fanático liberalismo, Rivadavia era esencialmente un hombre de paz, al contrario de muchos de los unitarios. Doblegándose ante la oposición de los caudillos provincianos y de los federales porteños en junio de 1827 dejó la presidencia y se retiró a la pobreza y al exilio.



Manuel Dorrego, líder de los federalistas políticos, asumió los deberes de gobernador de la reconstituida provincia de Buenos Aires. Esta fue la primera de dos importantes victorias del federalismo porteño. La segunda fue la elección en 1829 de Juan Manuel de Rosas, un poderoso estanciero y caudillo de las pampas, como gobernador de Buenos Aires.

Así, como dijo Sarmiento, "las provincias se vengaron, mandándole en Rosas mucho y demasiado de la barbarie que a ellas les sobraba".



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